Alberto Híjar.
Al describir los fraudes de la Comisión Nacional Forestal, el especialista de la Universidad Autónoma de Chapingo, Gonzalo Chapela, desliza una falsa tesis al atribuir “la pérdida generalizada de gobernabilidad…a la reaparición de la guerrilla (y) la proliferación e incidencia de sustancias ilegales”. Las cifras, sin embargo, quedan incólumes: de 400 millones de pesos en 2000 CONAFOR pasó a ejercer 5 mil millones en 2010 ante la paradoja de que en 2000 la producción de madera fue de 9 mil 430 millones de metros cúbicos y en 2008 fue de 6 mil 708 millones. Según la FAO, la deforestación de 600 mil hectáreas a 325 mil. Si así es, todo esta bien, esta bien. Pero las cifras ocultan las mentiras como la de Proárbol que le ganó a Calderón un premio en Copenhague: en 2008, fue roto el récord Guiness al plantar en un solo día en Durango 349 mil árboles. Sin embargo, en tanto que en 2007 se plantaron 400 mil hectáreas, en 2009 se dejó de hacerlo en 60 mil.
Lo cierto es que son conmovedoras las vistosas jornadas de fin de semana donde dirigentes de Televisa con cachuchas, Emmanuel y alguna vedette transportados en helicópteros, sonríen a las cámaras mientras colocan arbolitos en los hoyos previamente hechos. Nadie hace el seguimiento para probar que cuando mucho el 30% sobrevivieron. En la presa de Zacacuautla, Hidalgo, por ejemplo, los arbolitos ya crecidos bajo cuidado constante de la Cooperativa El Ocotenco, sufren una plaga de larvas que exige ardua aniquilación. Pero como no hay más verdad estatal que la televisada, habrá que esperar a la conferencia sobre el cambio climático en Cancún con sus playas rellenadas de arena sustraída de Cozumel e Isla Mujeres con todo y especies marinas que ya no encuentran refugio en los manglares devastados, para que otra vez Calderón sea coronado como campeón de la ecología.
“La reaparición de la guerrilla” no es tal porque lleva medio siglo asentada en regiones ocupadas militar y paramilitarmente por el Estado que no sólo es el gobierno y el régimen. Ahí, la deforestación más bien forma parte de la contrainsurgencia. La lección de África y Vietnam ampliada a Sudamérica, Los Andes, Colombia y Guatemala en especial, advierte los desplazamientos forzados de poblaciones enteras para desarticular el apoyo social a las guerrillas. Como antes el Napalm, los cultivadores de enervantes y los talamontes arrasan con los bosques. Quitarle el agua al pez, matar al niño en la cuna, recomiendan los manuales. Aldeas estratégicas fueron nombradas el siglo pasado, ciudades autosustentables las llama el hacendoso gobernador de Chiapas. Con los desplazamientos masivos entra el ejército a cuidar los nuevos usos y costumbres de aliento a la organización de civiles bajo control militar. Seguridad democrática la llama Álvaro Uribe en su tenaz arrasamiento criminal de comunidades campesinas de Colombia para asegurar las siete bases militares yanquis y su enorme aeropuerto construido en medio de donde hubo selva. De aquí la modificación profunda de la unidad respetuosa entre las comunidades y el ambiente hasta hacer aceptable la roza como incendio de bosques y selvas para generar claros aprovechables que le vienen bien a los proyectos ecoturísticos como los llama la publicidad estatal de paso empeñada en oponer entre sí a organizaciones campesinas como ocurre en Agua Azul y en la Lacandonia en Chipas. Mal haría la guerrilla en contribuir a esta destrucción de sus refugios naturales o en aprobar la siembra masiva de marihuana y amapola que no prospera sin la protección militar. La publicitada y prevista emboscada al Comandante Ramiro en Guerrero, por ejemplo, fue anunciada por su oposición y enfrentamiento con los narcotraficantes que al fin lo ejecutaron y como siempre, nadie aclaró nada. De aquí, distinguidos especialistas de Chapingo que jamás regresaron a Zacacuautla luego de comprobar la destrucción de su monte, que el punto clave está en la vista gorda de presidentes municipales y partidas militares frente a las cuales ni SEMARNAT ni PROFEPA (¡en garras de Patricio Patrón Laviada el gran depredador de Yucatán!) hacen otra cosa que entrecruzar oficios. Los caciques históricos garantizan continuidad y rápido encuentran jugosos negocios del sistema con los proyectos concretos del turismo trasnacional, las empresas mineras y las rutas de los contrabandistas de todo: personas, drogas, madera, mercancía ilegal presas y carreteras va junto con los turísticos y alcanza hasta a la modernización del trasporte en el Distrito Federal donde no menos de 200 árboles han sido talados con sigilo nocturno para abrir paso a una línea nueva del Metrobus. Ya los comuneros de Tláhuac fueron vencidos por los contratistas de la nueva terminal del metro.
Está bien usar las cifras como denuncia, está mal evitar con ellas la crítica económico-política y sus consecuencias sociales. No hay ingobernabilidad, sino una gobernabilidad delincuencial irrefrenable en esta fase agónica del Estado capitalista. Década perdida llama Gustavo Sánchez de la MOCAF y sus 44 organizaciones forestales, al precisar que en rigor para los talamontes ha sido década de grandes negocios criminales bien protegidos por Estado hecho régimen y gobierno orientado por la máxima ganancia `privada, cueste lo que cueste.
Al describir los fraudes de la Comisión Nacional Forestal, el especialista de la Universidad Autónoma de Chapingo, Gonzalo Chapela, desliza una falsa tesis al atribuir “la pérdida generalizada de gobernabilidad…a la reaparición de la guerrilla (y) la proliferación e incidencia de sustancias ilegales”. Las cifras, sin embargo, quedan incólumes: de 400 millones de pesos en 2000 CONAFOR pasó a ejercer 5 mil millones en 2010 ante la paradoja de que en 2000 la producción de madera fue de 9 mil 430 millones de metros cúbicos y en 2008 fue de 6 mil 708 millones. Según la FAO, la deforestación de 600 mil hectáreas a 325 mil. Si así es, todo esta bien, esta bien. Pero las cifras ocultan las mentiras como la de Proárbol que le ganó a Calderón un premio en Copenhague: en 2008, fue roto el récord Guiness al plantar en un solo día en Durango 349 mil árboles. Sin embargo, en tanto que en 2007 se plantaron 400 mil hectáreas, en 2009 se dejó de hacerlo en 60 mil.
Lo cierto es que son conmovedoras las vistosas jornadas de fin de semana donde dirigentes de Televisa con cachuchas, Emmanuel y alguna vedette transportados en helicópteros, sonríen a las cámaras mientras colocan arbolitos en los hoyos previamente hechos. Nadie hace el seguimiento para probar que cuando mucho el 30% sobrevivieron. En la presa de Zacacuautla, Hidalgo, por ejemplo, los arbolitos ya crecidos bajo cuidado constante de la Cooperativa El Ocotenco, sufren una plaga de larvas que exige ardua aniquilación. Pero como no hay más verdad estatal que la televisada, habrá que esperar a la conferencia sobre el cambio climático en Cancún con sus playas rellenadas de arena sustraída de Cozumel e Isla Mujeres con todo y especies marinas que ya no encuentran refugio en los manglares devastados, para que otra vez Calderón sea coronado como campeón de la ecología.
“La reaparición de la guerrilla” no es tal porque lleva medio siglo asentada en regiones ocupadas militar y paramilitarmente por el Estado que no sólo es el gobierno y el régimen. Ahí, la deforestación más bien forma parte de la contrainsurgencia. La lección de África y Vietnam ampliada a Sudamérica, Los Andes, Colombia y Guatemala en especial, advierte los desplazamientos forzados de poblaciones enteras para desarticular el apoyo social a las guerrillas. Como antes el Napalm, los cultivadores de enervantes y los talamontes arrasan con los bosques. Quitarle el agua al pez, matar al niño en la cuna, recomiendan los manuales. Aldeas estratégicas fueron nombradas el siglo pasado, ciudades autosustentables las llama el hacendoso gobernador de Chiapas. Con los desplazamientos masivos entra el ejército a cuidar los nuevos usos y costumbres de aliento a la organización de civiles bajo control militar. Seguridad democrática la llama Álvaro Uribe en su tenaz arrasamiento criminal de comunidades campesinas de Colombia para asegurar las siete bases militares yanquis y su enorme aeropuerto construido en medio de donde hubo selva. De aquí la modificación profunda de la unidad respetuosa entre las comunidades y el ambiente hasta hacer aceptable la roza como incendio de bosques y selvas para generar claros aprovechables que le vienen bien a los proyectos ecoturísticos como los llama la publicidad estatal de paso empeñada en oponer entre sí a organizaciones campesinas como ocurre en Agua Azul y en la Lacandonia en Chipas. Mal haría la guerrilla en contribuir a esta destrucción de sus refugios naturales o en aprobar la siembra masiva de marihuana y amapola que no prospera sin la protección militar. La publicitada y prevista emboscada al Comandante Ramiro en Guerrero, por ejemplo, fue anunciada por su oposición y enfrentamiento con los narcotraficantes que al fin lo ejecutaron y como siempre, nadie aclaró nada. De aquí, distinguidos especialistas de Chapingo que jamás regresaron a Zacacuautla luego de comprobar la destrucción de su monte, que el punto clave está en la vista gorda de presidentes municipales y partidas militares frente a las cuales ni SEMARNAT ni PROFEPA (¡en garras de Patricio Patrón Laviada el gran depredador de Yucatán!) hacen otra cosa que entrecruzar oficios. Los caciques históricos garantizan continuidad y rápido encuentran jugosos negocios del sistema con los proyectos concretos del turismo trasnacional, las empresas mineras y las rutas de los contrabandistas de todo: personas, drogas, madera, mercancía ilegal presas y carreteras va junto con los turísticos y alcanza hasta a la modernización del trasporte en el Distrito Federal donde no menos de 200 árboles han sido talados con sigilo nocturno para abrir paso a una línea nueva del Metrobus. Ya los comuneros de Tláhuac fueron vencidos por los contratistas de la nueva terminal del metro.
Está bien usar las cifras como denuncia, está mal evitar con ellas la crítica económico-política y sus consecuencias sociales. No hay ingobernabilidad, sino una gobernabilidad delincuencial irrefrenable en esta fase agónica del Estado capitalista. Década perdida llama Gustavo Sánchez de la MOCAF y sus 44 organizaciones forestales, al precisar que en rigor para los talamontes ha sido década de grandes negocios criminales bien protegidos por Estado hecho régimen y gobierno orientado por la máxima ganancia `privada, cueste lo que cueste.
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