Bernardo Bátiz V.
La Jornada. Opinión. Mayo 16 de 2009.
Nos debe preocupar a todos el grado de descomposición al que está llegando nuestra sociedad; el cinismo de los más altos protagonistas públicos de los años recientes no es más que los síntomas de una grave enfermedad social; es el momento de rescatar nuestras comunidades diversas, en las que todos nos desenvolvemos. No podemos seguirlas dejando en manos de quienes han demostrado no sólo codicia y corrupción, sino ineptitud extrema.
Nuestros grupos sociales, el familiar, económico, los diversos grupos políticos, los educativos, los religiosos y los recreativos. Lamentablemente en varios de ellos, en forma casi absoluta y en otros más o menos parcialmente, hay fallas importantes y su funcionamiento, en lugar de servir para el desarrollo pleno de los integrantes, es un obstáculo para el crecimiento individual.
Es el momento de regresar al patriotismo, al amor a la patria, empezando por el hogar y después por su prolongación inmediata, que es el barrio, el municipio, la delegación en el caso del Distrito Federal, para pasar después al estado o entidad federativa y finalmente a la nación entera; todo necesita ser limpiado, restaurado, rescatado.
Es por ello alentador que desde diversos frentes se busca revivir el sentido de solidaridad que deben tener entre sí los habitantes de las comunidades sociales; el caso de la ciudad de México es muy importante y puede ser el detonante de un cambio de fondo. Circula ya una invitación en la que el gobierno de la ciudad, el fideicomiso del Centro Histórico, la Unión de Vecinos y de Comerciantes del Centro Histórico, el INAH y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, entre otras organizaciones, invitan a un encuentro para la construcción simbólica del espacio urbano, en él se presentará el resultado de 10 años de investigación antropológica urbana de la Escuela Nacional de Antropología e Historia; se trata de poner las bases para una política que vaya por un camino muy diferente al de las intrigas, las complicidades y las bajezas a que ha llegado una buena parte de lo que podríamos llamar nuestra clase política profesional, para empezar a conocernos mejor y a conocer los ámbitos sociales en los que nos desenvolvemos, no se puede amar lo que no se conoce.
Por su lado, otra entidad ocupada de la cultura y la educación, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, desarrolla un programa de módulos autosuficientes para diversos ámbitos de la capital del país, que se ha denominado Recuperación de los barrios.
Se trata de rescatar espacios y lugares que han sido arrebatados a los vecinos, bien por la delincuencia o por los ríos de vehículos que circulan a diario por las calles de nuestra urbe. Este programa busca también revivir el interés y el amor de los vecinos por sus pequeñas comunidades, barrios en primer lugar, pero también colonias y unidades habitacionales. El experimento, me recordó la trama de la novela de Chesterton El Napoleón de Nothing Hill, en la que el alcalde de este famoso barrio londinense dibuja su propia bandera de la localidad, levanta murallas y recluta voluntarios para defender su hábitat de la ambición de industriales poderosos que pretenden adueñárselo para sus negocios, por lo que despojan a la gente de las áreas antes frecuentadas por madres con sus niños, parejas de novios y viejos que salen a pasear y a charlar.
No tanto como levantar barricadas y reclutar milicianos, pero sí devolver a los diversos rumbos de nuestra ciudad, identificados por sus vestigios arqueológicos o históricos, por sus parques, por sus mercados o por otros establecimientos, el patriotismo local, el amor al terruño, identificado con el lugar en el que se vive y se convive con los vecinos.
Debemos empezar desde abajo si queremos sacudirnos la costra maligna que se extiende por todo el cuerpo político de nuestra comunidad nacional; los frentes de batalla son muchos, uno de ellos es, sin duda, la defensa del municipio o la delegación, que como atinadamente dijo alguien, es la prolongación de nuestra casa.
jusvbbv@hotmail.com
Nos debe preocupar a todos el grado de descomposición al que está llegando nuestra sociedad; el cinismo de los más altos protagonistas públicos de los años recientes no es más que los síntomas de una grave enfermedad social; es el momento de rescatar nuestras comunidades diversas, en las que todos nos desenvolvemos. No podemos seguirlas dejando en manos de quienes han demostrado no sólo codicia y corrupción, sino ineptitud extrema.
Nuestros grupos sociales, el familiar, económico, los diversos grupos políticos, los educativos, los religiosos y los recreativos. Lamentablemente en varios de ellos, en forma casi absoluta y en otros más o menos parcialmente, hay fallas importantes y su funcionamiento, en lugar de servir para el desarrollo pleno de los integrantes, es un obstáculo para el crecimiento individual.
Es el momento de regresar al patriotismo, al amor a la patria, empezando por el hogar y después por su prolongación inmediata, que es el barrio, el municipio, la delegación en el caso del Distrito Federal, para pasar después al estado o entidad federativa y finalmente a la nación entera; todo necesita ser limpiado, restaurado, rescatado.
Es por ello alentador que desde diversos frentes se busca revivir el sentido de solidaridad que deben tener entre sí los habitantes de las comunidades sociales; el caso de la ciudad de México es muy importante y puede ser el detonante de un cambio de fondo. Circula ya una invitación en la que el gobierno de la ciudad, el fideicomiso del Centro Histórico, la Unión de Vecinos y de Comerciantes del Centro Histórico, el INAH y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, entre otras organizaciones, invitan a un encuentro para la construcción simbólica del espacio urbano, en él se presentará el resultado de 10 años de investigación antropológica urbana de la Escuela Nacional de Antropología e Historia; se trata de poner las bases para una política que vaya por un camino muy diferente al de las intrigas, las complicidades y las bajezas a que ha llegado una buena parte de lo que podríamos llamar nuestra clase política profesional, para empezar a conocernos mejor y a conocer los ámbitos sociales en los que nos desenvolvemos, no se puede amar lo que no se conoce.
Por su lado, otra entidad ocupada de la cultura y la educación, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, desarrolla un programa de módulos autosuficientes para diversos ámbitos de la capital del país, que se ha denominado Recuperación de los barrios.
Se trata de rescatar espacios y lugares que han sido arrebatados a los vecinos, bien por la delincuencia o por los ríos de vehículos que circulan a diario por las calles de nuestra urbe. Este programa busca también revivir el interés y el amor de los vecinos por sus pequeñas comunidades, barrios en primer lugar, pero también colonias y unidades habitacionales. El experimento, me recordó la trama de la novela de Chesterton El Napoleón de Nothing Hill, en la que el alcalde de este famoso barrio londinense dibuja su propia bandera de la localidad, levanta murallas y recluta voluntarios para defender su hábitat de la ambición de industriales poderosos que pretenden adueñárselo para sus negocios, por lo que despojan a la gente de las áreas antes frecuentadas por madres con sus niños, parejas de novios y viejos que salen a pasear y a charlar.
No tanto como levantar barricadas y reclutar milicianos, pero sí devolver a los diversos rumbos de nuestra ciudad, identificados por sus vestigios arqueológicos o históricos, por sus parques, por sus mercados o por otros establecimientos, el patriotismo local, el amor al terruño, identificado con el lugar en el que se vive y se convive con los vecinos.
Debemos empezar desde abajo si queremos sacudirnos la costra maligna que se extiende por todo el cuerpo político de nuestra comunidad nacional; los frentes de batalla son muchos, uno de ellos es, sin duda, la defensa del municipio o la delegación, que como atinadamente dijo alguien, es la prolongación de nuestra casa.
jusvbbv@hotmail.com
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