• Pese a ser desértico, el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, en Puebla, alberga una gran biodiversidad; en esta zona crecían bosques hace miles de años, expuso Alfonso Valiente, del Instituto de Ecología de la UNAM
• Siempre se han registrado cambios ambientales, pero la actividad humana los ha acelerado, dijo
Las regiones del trópico, como muchas en México, son de las más ricas en biodiversidad. Sin embargo, las plantas y animales de estas zonas tienen una tolerancia muy reducida a los cambios ambientales. Por ello, se estima que muchas especies no resistirán las altas temperaturas provocadas por el calentamiento global y se extinguirán, como sucedió en el pasado, señaló Alfonso Valiente Banuet, del Instituto de Ecología de la UNAM.
“Hablamos de una zona que ha experimentado un cambio climático similar al que prevemos para las próximas décadas. Atravesamos un proceso que parecería salido de las páginas de un libro de ciencia ficción, pero que es real”, dijo.
Sin embargo, hay evidencias de que el riesgo de extinción depende también de las interrelaciones que se establecen con otros seres vivos; en consecuencia, el escenario es más complejo de lo que se pensaba.
Algunas especies que habitan sitios como el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, al sur de Puebla y al norte de Oaxaca, podrían no resistir el cambio climático, pues difícilmente soportarán temperaturas que sobrepasen las actuales, detalló el especialista.
Esta pequeña zona árida (de aproximadamente 10 mil kilómetros cuadrados) es una de las más ricas en biodiversidad. En ella cohabitan más de dos mil 800 variedades vegetales, un número similar al que registra todo el desierto sonorense.
A partir de estudios realizados en el Valle de Tehuacán, mediante reconstrucción paleoclimática con polen —en conjunto con el Instituto de Geología (IG) de la UNAM y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)— e investigaciones efectuadas con un roedor que colecta material y lo fosiliza, se pudo reconstruir lo que había en ese sitio hace miles de años.
“Qué hay, desde cuándo y cómo se mantiene la diversidad han sido las preguntas que nos han guiado; así concluimos que hace 25 mil años, en este mismo lugar, había bosques de pino”, explicó.
“Sabemos que aquí, a diferencia de lo que pasó en los demás desiertos norteamericanos, se registró el cambio climático más reciente; esto nos permite vislumbrar lo que ocurrirá en otras partes por el calentamiento global. La experiencia del pasado nos da elementos para enfrentar el futuro”, añadió.
El carácter desértico del lugar se debe a que los vientos cargados de humedad chocan contra la Sierra Madre Oriental y provocan que gran parte del agua que transportan se quede en la parte costera del Golfo de México; entonces, las corrientes aéreas llegan al otro lado casi secas.
“Sin embargo, nuestros estudios indican que los climas más fríos se debieron a la ocurrencia de influencia glacial hace 18 mil años, lo que hizo que en la zona crecieran bosques de pino. Las condiciones frías y húmedas se perdieron paulatinamente hasta que se instauraron las condiciones áridas y calientes actuales, aunque la región mantuvo su gran diversidad vegetal”, explicó.
Estos cambios son una constante en la historia terrestre, y para entender sus consecuencias, es preciso comprender los mecanismos que mantiene la diversidad, íntimamente ligados a las interrelaciones de las especies, recordó el especialista del Departamento de Ecología de la Biodiversidad del IE.
Respecto al cambio climático, el académico acotó que los hombres han ocasionado que las modificaciones ambientales, que antes tomaban miles de años en presentarse, ahora lo hagan en décadas.
Vestigios del pasado en San Juan Raya
El desarrollo de trabajos comunitarios ha integrado a los pobladores de la zona en proyectos, como sucede en el recién creado Museo de Fósiles de San Juan Raya, ejemplo de cómo la comunidad puede trabajar por conservar su entorno.
Ubicado en un pueblo cercano a la ciudad de Tehuacán, Puebla, San Juan Raya posee el depósito más extenso de fósiles marinos del Cretácico inferior, hace aproximadamente 100 millones de años, cuando nuestro país estaba dividido en dos, porque lo cruzaba el Golfo de México.
“Las playas de ese mar estaban en una zona donde abundaban arrecifes coralinos, en los que habitaba gran diversidad de animales de concha”, indicó.
Se trabajó con la gente del lugar en la creación del museo, que consta de dos partes, una de sitio (dedicada a la diversidad fósil) y otra en la que se muestran huellas de dinosaurio recién halladas.
• Siempre se han registrado cambios ambientales, pero la actividad humana los ha acelerado, dijo
Las regiones del trópico, como muchas en México, son de las más ricas en biodiversidad. Sin embargo, las plantas y animales de estas zonas tienen una tolerancia muy reducida a los cambios ambientales. Por ello, se estima que muchas especies no resistirán las altas temperaturas provocadas por el calentamiento global y se extinguirán, como sucedió en el pasado, señaló Alfonso Valiente Banuet, del Instituto de Ecología de la UNAM.
“Hablamos de una zona que ha experimentado un cambio climático similar al que prevemos para las próximas décadas. Atravesamos un proceso que parecería salido de las páginas de un libro de ciencia ficción, pero que es real”, dijo.
Sin embargo, hay evidencias de que el riesgo de extinción depende también de las interrelaciones que se establecen con otros seres vivos; en consecuencia, el escenario es más complejo de lo que se pensaba.
Algunas especies que habitan sitios como el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, al sur de Puebla y al norte de Oaxaca, podrían no resistir el cambio climático, pues difícilmente soportarán temperaturas que sobrepasen las actuales, detalló el especialista.
Esta pequeña zona árida (de aproximadamente 10 mil kilómetros cuadrados) es una de las más ricas en biodiversidad. En ella cohabitan más de dos mil 800 variedades vegetales, un número similar al que registra todo el desierto sonorense.
A partir de estudios realizados en el Valle de Tehuacán, mediante reconstrucción paleoclimática con polen —en conjunto con el Instituto de Geología (IG) de la UNAM y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)— e investigaciones efectuadas con un roedor que colecta material y lo fosiliza, se pudo reconstruir lo que había en ese sitio hace miles de años.
“Qué hay, desde cuándo y cómo se mantiene la diversidad han sido las preguntas que nos han guiado; así concluimos que hace 25 mil años, en este mismo lugar, había bosques de pino”, explicó.
“Sabemos que aquí, a diferencia de lo que pasó en los demás desiertos norteamericanos, se registró el cambio climático más reciente; esto nos permite vislumbrar lo que ocurrirá en otras partes por el calentamiento global. La experiencia del pasado nos da elementos para enfrentar el futuro”, añadió.
El carácter desértico del lugar se debe a que los vientos cargados de humedad chocan contra la Sierra Madre Oriental y provocan que gran parte del agua que transportan se quede en la parte costera del Golfo de México; entonces, las corrientes aéreas llegan al otro lado casi secas.
“Sin embargo, nuestros estudios indican que los climas más fríos se debieron a la ocurrencia de influencia glacial hace 18 mil años, lo que hizo que en la zona crecieran bosques de pino. Las condiciones frías y húmedas se perdieron paulatinamente hasta que se instauraron las condiciones áridas y calientes actuales, aunque la región mantuvo su gran diversidad vegetal”, explicó.
Estos cambios son una constante en la historia terrestre, y para entender sus consecuencias, es preciso comprender los mecanismos que mantiene la diversidad, íntimamente ligados a las interrelaciones de las especies, recordó el especialista del Departamento de Ecología de la Biodiversidad del IE.
Respecto al cambio climático, el académico acotó que los hombres han ocasionado que las modificaciones ambientales, que antes tomaban miles de años en presentarse, ahora lo hagan en décadas.
Vestigios del pasado en San Juan Raya
El desarrollo de trabajos comunitarios ha integrado a los pobladores de la zona en proyectos, como sucede en el recién creado Museo de Fósiles de San Juan Raya, ejemplo de cómo la comunidad puede trabajar por conservar su entorno.
Ubicado en un pueblo cercano a la ciudad de Tehuacán, Puebla, San Juan Raya posee el depósito más extenso de fósiles marinos del Cretácico inferior, hace aproximadamente 100 millones de años, cuando nuestro país estaba dividido en dos, porque lo cruzaba el Golfo de México.
“Las playas de ese mar estaban en una zona donde abundaban arrecifes coralinos, en los que habitaba gran diversidad de animales de concha”, indicó.
Se trabajó con la gente del lugar en la creación del museo, que consta de dos partes, una de sitio (dedicada a la diversidad fósil) y otra en la que se muestran huellas de dinosaurio recién halladas.
TOMADO DE: Boletín UNAM-DGCS-129
Ciudad Universitaria.
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